lunes, 14 de abril de 2014

Semana Santa

HISTORIA DE LA SEMANA SANTA


Un día Jesús le dijo a sus discípulos que se iba a ir unos días de viaje, porque quería prepararse bien para lo que le iba a suceder después.
Jesús se marchó al desierto y estuvo allí en una cueva durante 40 días, en los que rezó mucho a su padre Dios y le pidió fuerzas para que pudiera cumplir su voluntad.
Durante estos 40 días que Jesús estuvo en el desierto, se le apareció el demonio y le tentó varias veces. Subió a Jesús a lo alto de la montaña más alta de todo el mundo y le enseñó todos los continentes, después le dijo que si se arrodillaba delante de él, le daría todo el mundo, pero Jesús, aun sabiendo todo el daño que le iban a hacer, no le hizo caso al demonio y obedeció a su padre, Dios.
Estos 40 días, son los que ahora conocemos como la cuaresma, y es un tiempo para que los cristianos, como hizo Jesús, preparemos nuestra vida y nos acerquemos más a Dios, siendo más amigos de él, y haciendo lo que Él nos pide, que seamos muy buenos y queramos mucho a todas las personas.
Cuando pasaron los 40 días, Jesús volvió junto a los doce apóstoles y les mandó que fueran a buscar un burrito blanco.
Cuando lo consiguieron, Jesús entró en Jerusalén montado en el burrito y a su paso, la gente cubría el suelo con palmas y ramas de olivo, por que se creían que era un rey como los de la tierra.
Este día lo conocemos ahora como Domingo de Ramos.
El día antes de su pasión, Jesús le dijo a sus apóstoles que preparan una gran cena.
La cena era para recordar la llegada de los judíos a Jerusalén, cuando salieron de Egipto, esta celebración se llama la pascua judía y se celebra un jueves de primavera con luna llena, como ocurrió cuando Moisés sacó al pueblo de Israel de Egipto.
En la cena estaban Jesús y sus doce apóstoles, entonces Jesús cogió el pan y repartiéndolo entre ellos les dijo:
-    Este es mi cuerpo que se entrega por vosotros.
Después cogió el vino y pasándoselo a sus discípulos les dijo:
-    Esta es mi sangre que se derrama por vosotros.
Cuando había hecho esto, les dijo:
-    Cada vez que comáis de este pan y bebáis de este vino proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva. Haced esto en memoria mía.
Esta fue la última cena de Jesús y con ella, nos enseño lo que debíamos hacer para recordarle.
La eucaristía es una celebración con la que los cristianos recordamos la última cena de Jesús, tal como él nos enseñó.
Después de cenar, Jesús se marchó con algunos de sus discípulos al Monte de los Olivos, allí les pidió que le esperan rezando, mientras él, iba un poco más adelante a rezar también.
Jesús que era verdadero Dios y también verdadero hombre, tenía mucho miedo esa noche, porque sabía todo lo que le iba a pasar, por eso habló con su padre Dios y le dijo:
-    Señor, si puede ser aparta de mí este cáliz, pero que no sea mi voluntad  sino la tuya.
Con estas palabras, Jesús le pidió a Dios, que si podía ser no le hiciera pasar por todo el sufrimiento, pero también le dijo que haría lo que él le dijera, porque Jesús confiaba mucho en Dios, y sabia que él haría lo que fuera mejor para todos los hombres.
Mientras Jesús rezaba, uno de sus discípulos, Judas Iscariote, había ido a hablar con los Sumos Sacerdotes, que tenían envidia de Jesús y querían matarle.
Judas, que solo era un hombre, les dijo a los Sumos Sacerdotes que les diría donde estaba Jesús a cambio de dinero.
Ellos accedieron y fueron a buscarle con unos guardias.
Cuando Jesús acabó de rezar, y sabiendo que venían ya a por Él, volvió donde había dejado a los discípulos y los encontró durmiendo, les despertó y se enfadó un poquito, porque no habían sido capaces de rezar con él un rato.
De pronto apareció Judas con un montón de guardias de los Sumos Sacerdotes y le dio un beso a Jesús, que era la contraseña para que los guardias supieran quien era y lo apresaran.
Uno de los discípulos que estaban con Jesús, San Pedro, que después seria el primer Papa de la Iglesia, al ver a los guardias apresando a Jesús, se enfado mucho y para proteger a su maestro, sacó su espada y le corto la oreja a uno de ellos.
Entonces Jesús, le dijo que parara, y cogiendo la oreja del guardia en sus manos, se la puso de nuevo y su herida se curó inmediatamente, mientras le decía a Pedro.
-    Quien a hierro mata, a hierro muere.
Este fue el último milagro de Jesús hasta su resurrección de entre los muertos, y con lo que le dijo a Pedro, nos enseño a todos los hombres la importancia de la paz y el rechazo a la violencia.
Después de esto, Jesús fue llevado al palacio de los Sumos Sacerdotes, donde fue humillado y golpeado por ellos.
Como los Sumos Sacerdotes no podían decidir sobre su muerte, lo llevaron al palacio de Poncio Pilatos, que era el gobernador de Roma en esa zona.
Al principio Pilatos no quería matar a Jesús, porque sabía que no había hecho nada malo y solo se lo entregaban por envidia.
Por eso, mando azotar a Jesús para que los Sumos Sacerdotes se quedaran tranquilos.
Pero después de azotarlo, y de ponerle una corona de espinas en la cabeza, los Sumos Sacerdotes seguían pidiéndole a Pilatos que matara a Jesús.
Pilatos que tenía miedo a que el pueblo se revelara, se lavo las manos delante de todos y mandó crucificar a Jesús.
Lavándose las manos, Pilatos le decía al pueblo, que él era inocente de la muerte de Jesús porque no veía que hubiese hecho nada malo, pero que hacía lo que ellos le pedían.
También nosotros muchas veces actuamos como Pilatos.
Cada vez que nos olvidamos de Jesús y de lo que él hizo por nosotros, o cada vez que actuamos de forma contraría a lo que quiere Dios, nos estamos lavando las manos.
Los soldados llevaron a Jesús hasta el monte Gólgota, donde fue crucificado junto a dos maleantes, uno a cada lado.
En el pie de la cruz, como a lo largo de toda la vida de Jesús estuvo su madre, la Virgen María y Juan, uno de los apóstoles que más quería Jesús.
Después de mucho rato de sufrimiento en la cruz, Jesús dijo:
-    Perdónales Padre, porque no saben lo que hacen.
Y después de perdonar a los que le habían hecho eso, se murió.
Cuando Jesús se murió un temblor recorrió toda la tierra, y el velo del templo de Jerusalén se rasgo en dos.
Con su muerte, Jesús cumplió la voluntad de su padre Dios y nos liberó a todos los hombres de la muerte, porque ahora, como él, resucitaremos y viviremos para siempre felices en el cielo con nuestro padre Dios y con todos los hombres.
Al día siguiente, la Virgen María y María Magdalena, enterraron a Jesús en un sepulcro vacío y lo cerraron con una gran piedra.
Tres días después, cuando iban a rezar a la tumba de Jesús, la encontraron abierta y de ella salió un ángel que les dijo:
-    No busquéis entre los muertos al que vive, Jesús ha resucitado.
Entonces ellas llenas de alegría, fueron donde estaban reunidos los apóstoles, que se habían quedado tristes, después de la muerte de Jesús y les dijeron que Jesús había resucitado.
Uno de los apóstoles, Tomás, no se creía que Jesús hubiera resucitado y quería comprobarlo personalmente.
Entonces Jesús apareció delante de ellos y le dijo a Tomás que metiera su mano, en las llagas de su cuerpo. Tomás muy avergonzado de no haber confiado en María creyó, y Jesús dijo:
-    Dichosos los que crean sin haber visto.
Con estas palabras, Jesús se refería a nosotros mismos, que creemos en Jesús y en todo lo que Él hizo, aunque no le hayamos visto ni le hayamos tocado.
Después de estar 50 días entre los apóstoles, Jesús se despidió de ellos y subió al cielo para siempre.
Entonces el Espíritu Santo, bajo sobre los apóstoles y ellos entendieron todo lo que habían vivido con Jesús, porque hasta ese momento no lo entendían todo, después de ese día, se marcharon por todo el mundo a proclamar la palabra de Dios y a contar la vida y las enseñanzas de Jesús.


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